GEOGRAFÍA - PAÍSES: Marruecos - 3ª parte
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Geografía

PAÍSES

Marruecos - 3ª parte


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Historia

oblado desde tiempos remotos por las tribus bereberes, Marruecos hizo su entrada en la historia en el primer milenio antes de la era cristiana, época en que los fenicios establecieron factorías en Larache, Tánger y Tetuán. A partir del s. IV a C, Cartago ocupó estas factorías costeras y desde ellas estableció una vía de penetración en África. Después de las guerras púnicas y de la derrota de Cartago, los romanos comenzaron a extender su hegemonía por el África septentrional.

En la época de Pompeyo y Sertorio, los bereberes marroquíes proporcionaron tropas al imperio, y en els. I a C, durante el dilatado reinado de Augusto, el territorio fue incorporado a la provincia romana de Mauritania, cuyo gobierno fue confiado a Juba II, un bereber romanizado. Su hijo, Tolomeo, fue asesinado en el año 40 a C, y el territorio fue dividido en dos provincias, la Mauritania Cesariense al E, y la Mauritania Tingitana, al O, que constituyó el Marruecos romano. En él se fundaron importantes ciudades, como el enorme complejo urbanístico de Volubilis, y se abrieron vías de comunicación que permitieron el desarrollo del comercio y la economía agraria.

El dominio romano perduró hasta la invasión de los vándalos, pueblo germánico llegado de España que ocupó la zona guiado por el rey Genserico, en el año 429 de la era cristiana. En el s. VII la historia del Magreb dio un giro fundamental con la llegada de los árabes, en el 684, y la introducción del Islam. La conquista duró 63 años, hasta que los bereberes fueron convertidos en masa a la religión mahometana y enrolados en las filas del invasor. En el 711, con la ayuda de los beréberes, continuó con éxito la conquista árabe por la península Ibérica. Pero en territorio marroquí se sucedieron numerosas revueltas protagonizadas por los nativos, hasta que en el 786 un descendiente del Profeta, Idrís I, impuso paz y orden, fundando una dinastía independiente del califato de Bagdad.

A principios del s.XI los almorávides, bereberes procedentes del Sahara mauritano y pertenecientes a un movimiento político-religioso dedicado a combatir a los infieles, partieron a la conquista de Marruecos, impulsados por la riqueza de sus tierras. Tras invadir el país y extender su dominio sobre España, fundaron la ciudad de Marrakech. Por primera vez consiguieron la unidad política y religiosa de Marruecos, pero ya en el s. XII, las querellas dinásticas, el abandono de la fe y el desánimo de las tropas precipitaron la decandencia de la dinastía. Una nueva fuerza había surgido en el Alto Atlas, los almohades («defensores de la unicidad»), un movimiento religioso guiado por un profundo celo reformador, que pronto habría de convertirse en político. Siguiendo la consigna de Ibn Tümart, los almohades desalojaron a los almorávides, ocuparon Marrakech en 1147 y constituyeron un nuevo imperio, consolidado también en parte de la península Ibérica. Bajo el reinado de Abd al-Mu'min, el Miramolín de las crónicas cristianas, concluyó la conquista en 1160, al anexionarse Túnez y Tripolitania, así todo el Magreb pasó a estar sometido a un solo caudillo y regido por leyes comunes.

La dinastía almohade, una de las más brillantes de la historia marroquí, alcanzó su apogeo bajo el reinado de Ya'qub al-Mansur a finales del s. XII. Pero, a la muerte de éste, la falta de sucesor precipitó las pugnas dinásticas y la consiguiente decadencia, agudizada en el 1212 por la derrota ante los cristianos en las Navas de Tolosa. A la caída de los almohades, que culminó con la toma de Marrakech en el 1269, surgió el nuevo imperio de los benimerines, quienes se mantuvieron en él durante casi dos centurias. En las primeras décadas del s. XV, la expansión europea comenzó a dejarse sentir: los portugueses llegaron a Ceuta en 1415 y a Tánger en el 1471; los españoles se instalaron en los presidios de Melilla en 1497. Pero el país consiguió sustraerse a la penetración europea gracias a los saaditas, que lograron expulsar a los portugueses de Agadir en 1541. Ocho años más tarde, Ahmad al-Mansur se impuso como auténtico rey de Marruecos y consolidó el reino gracias a su victoria sobre el monarca de Portugal en Alcazarquivir, en 1578.

A mediados del s. XVII, en 1660, los alauitas conquistaron Marruecos y fundaron una dinastía que se proclamó heredera de Mahoma. Pero el repliegue del país sobre sí mismo, unido al abandono del comercio a través de las rutas saharianas, dio inicio a un largo período de decadencia, que llevó a Marruecos a convertirse en fácil blanco del expansionismo europeo. Involucrado en las luchas de los argelinos contra el colonialismo francés, el ejército del sultán marroquí fue derrotado por los europeos en 1844. Sin embargo, Francia no emprendió la fase más sistemática de su política expansionista hasta la muerte del sultán Hasán I en 1894. Asegurados por su posición en Argelia y contando con el apoyo de Gran Bretaña, los franceses hicieron reconocer en 1906 su influencia en Marruecos por la Conferencia Internacional de Algeciras, y ya al año siguiente desembarcaron sus tropas en Casablanca. La penetración culminó en 1912, fecha en que el sultán accedió a firmar un tratado de protectorado. Francia se quedó con la mayor parte del territorio, a España le correspondieron las zonas del Rif en el N y los territorios del Ifni en el S, al tiempo que Tánger recibía el estatuto de ciudad internacional.

La colonización habría de desencadenar en 1921 una insurrección contra los españoles en El Rif, acaudillada por Abd el-Krim, rebelión que se extendió a la zona francesa y logró hacer tambalear al protectorado. Pero la alianza de Francia y España logró vencer en 1926 a los sublevados, y su caudillo fue hecho prisionero y deportado. Posteriormente, todas las reivindicaciones marroquíes fueron acalladas y, aunque bajo frecuentes agitaciones, Marruecos proporcionó tropas al general Francisco Franco para luchar en la Guerra Civil española, y también a la causa de los aliados a partir de 1939. Pero, ya en 1943 surgió en la zona francesa un partido independentista, y una década más tarde estallaron los sangrientos disturbios de Casablanca, que se reprodujeron en otras ciudades del país. A consecuencia de ellos, en 1953 el sultán Mohamed ben Yusuf (el futuro Mohamed V) fue depuesto por los franceses, por negarse a sancionar reformas que limitaban sus poderes y por pedir la total independencia, regida por una monarquía constitucional.

Con el fin de privar al movimiento autonomista Istiqlal de su símbolo más importante, las autoridades coloniales desterraron al sultán y le reemplazaron por un hombre de su confianza, Mohamed Ben Arafa. Los efectos de la medida no lograron la pacificación del protectorado, y, bajo presión popular, el presidente francés Mendès-France, ocupado con la rebelión argelina, repuso a Mohamed V en su trono y decretó nulos los acuerdos de 1912. Éstos fueron los primeros pasos hacia la independencia de Marruecos, que se proclamó formalmente el 2 de marzo de 1956. En el mes de abril del mismo año, España renunció a los territorios de su protectorado en el norte. El reino independiente de Marruecos, parcialmente unificado, pudo contar con una Asamblea Consultiva y fue reconocido miembro de las Naciones Unidas; también extendió su soberanía a Tánger, a la par que iniciaba conversaciones con Madrid sobre la devolución de Ifni y Río de Oro.

La política absolutista de Mohamed V, investido de poderes para formar y disolver gobiernos, llevó a la escisión del Istiqlal en dos tendencias. Una de ellas, la renovadora, fue origen en 1959 de la fundación de un nuevo partido de orientación socialista, dirigido por Ben Barka, la Unión Nacional de Fuerzas Populares (UNFP), aglutinador de la central sindical más poderosa del país. El sucesor de Mohamed V, Hasán II, accedió al trono en 1961 y al año siguiente hizo aprobar una nueva Constitución para el país, que disponía la creación de una Cámara de Diputados elegida por sufragio universal y un Senado. Pero, el régimen se fue decantando claramente hacia el autoritarismo, sin que hubiera lugar para las voces opositoras.

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