Infrasonidos: ciencia y mística

Sorprenderá a muchos descubrir que la gran mayoría de las señales del espectro de frecuencias que nos rodea son inaudibles. Y no sólo superan nuestros límites humanos para su recepción e identificación, sino que determinada banda de ellas pueden influir en nuestras vidas de forma extrasensorial y, en algunas ocasiones, que relacionemos sus efectos con la mística o lo sobrenatural. A lo largo de este artículo os introduciré en un mundo físico-místico que, seguramente, una buena parte de vosotros no sospechábais de su existencia.

Antes de nada, conviene hacer un repaso a nuestras nociones de física, y concretamente la acústica, para saber qué es eso de la frecuencia del sonido:

Podemos definir el sonido como una vibración de naturaleza mecánica que es capaz de producir sensaciones auditivas. La acústica física es una ciencia que estudia las propiedades y características de esa vibración, así como su forma de propagación y los medios que utiliza para ello. Sin embargo, no todo el sonido es audible; las frecuencias audibles por los humanos tienen un corte inferior establecido en los 20 hercios, y un corte superior en los 20.000 hercios (20 khz), todo sonido que esté por encima o por debajo de esas frecuencias (ultrasonidos o infrasonidos, respectivamente) no existen para nuestros oídos, pero sí para la física, y como veremos más adelante también son generadoras de algunos efectos que en principio podrían ser considerados erróneamente como paranormales. Tengo que puntualizar, que algunos animales son capaces de percibir y/o emitir sonidos fuera de esta banda, por ejemplo los murciélagos, las ballenas y delfines, o los elefantes.

Los ultrasonidos ya están muy estudiados, y de hecho no es extraño que muchos de nosotros hayamos tenido contacto con algún aparato que utiliza esas frecuencias, por ejemplo cuando nos hemos sometido a una ecografía. Sin embargo, el campo que realmente nos interesa descubrir aquí es el de los infrasonidos, o sea, aquellos que superan hacia abajo el umbral de las 20 vibraciones por segundo.

Existen numerosas fuentes generadoras de infrasonidos, muchas de ellas son fruto de la tecnología humana (motores, ventiladores, sistemas de aire acondicionado…) y otras que proceden de fuentes naturales (vientos, seísmos, tormentas, volcanes…). En condiciones especiales, una vibración infrasónica puede ser causa de una sensación o reacción inexplicable de nuestro organismo y, si se da en un lugar adecuado, puede llegar a confundirnos y atribuirlos a algo espiritual. Un ejemplo de esto lo podemos observar en algunas grandes catedrales, que poseen órganos musicales de inmensos tubos; en algunas circunstancias sus vibraciones pueden “sintonizar” con partes internas de nuestro cuerpo, y crear sensaciones extrañas que se pueden relacionar erróneamente con la mística, o ser atribuidos a un fenómeno de tipo religioso, al estar favorecidos también por el recogimiento del entorno.

Esto podría explicar también muchos efectos paranormales que se dan en casas supuestamente “encantadas”. Un psicólogo de la Universidad de Hertfordshire, experto en cuestiones paranormales, descubrió en un estudio realizado en casas “embrujadas” de Inglaterra, que tales casas estaban “poseídas” por ondas de baja frecuencia imperceptibles al oído humano, en forma de vibraciones puras.  Estos resultados fueron corroborados más tarde por un equipo de científicos, en el que se encontraba el doctor Richard Lord, del Laboratorio Físico Nacional de Inglaterra, y la especialista en música y electroacústica Sarah Angliss. Esta científica, con objeto de estudiar el fenómeno, diseñó un tubo de siete metros de longitud, similar al utilizado por los grandes órganos musicales, que permitía la emisión de frecuencias infrasónicas (alrededor de 17 hercios). El equipo probó el tubo en una sala de conciertos con 750 personas invitadas, mezclando en determinados momentos el infrasonido que producía el tubo, inaudible para los asistentes, con el de una pieza musical contemporánea. Al final pidieron a la audiencia que describieran si habían sentido algún fenómeno extraño durante algún momento de la audición:

El estudio demostró que un 22% de los asistentes habían tenido extrañas sensaciones durante el concierto, como escalofríos que recorrían la columna vertebral, ansiedad, temblor incontrolado de las muñecas, raras sensaciones en el estómago o aumento de la frecuencia cardiaca, y en otros casos manifestaron tener sentimientos de nostalgia y una gran pena y tristeza. Algunos expresaron algo curioso: aparecer un repentino recuerdo sobre alguna persona querida ya fallecida.

Los científicos han sugerido que muchos fenómenos paranormales que suceden en lugares considerados como embrujados, y en donde las personas dicen ver fantasmas (ejemplo de la famosa Torre de Londres), son fruto de la existencia de infrasonidos. Objetos que se mueven, e incluso velas que se apagan misteriosamente, son algunos de los efectos que pueden provocar estas ondas de baja frecuencia. Se sabe por investigaciones realizadas en Inglaterra, que los infrasonidos a frecuencias de 19 hercios hacen resonar los globos oculares, lo cual provoca un desenfoque en la vista cuyas visiones semejan ser apariciones fantasmales.

El estudio del fenómeno no es reciente. Existió en el siglo XX un caso curioso que fue convenientemente investigado: en 1964 Vladimir Gavreau, jefe del laboratorio francés de la CNRS (Electroacústica y Automatización del Centre National de la Recherche Scientifique), fue víctima de lo que en principio parecía ser un espíritu burlón que se había instalado en su laboratorio. Las mesas y frascos del local temblaban y se agitaban, y el líquido que contenía los vasos mostraban unas ondulaciones de naturaleza desconocida. Todo ello estaba acrecentado por un inexplicable malestar físico de los investigadores que trabajaban junto a Gavreau, sobre todo por el fuerte dolor de oídos y las compresiones que se repetían en ellos.

Curiosamente, este fenómeno no sucedía en otras estancias, y estaba limitado sólo al local del laboratorio. Como científicos que eran, descartaron rápidamente que se pudiera tratar de un fantasma. Tras varias pruebas descubrieron que todo el problema era debido a la emisión de sonidos de muy baja frecuencia  (unos 7 hercios) emitidos por el mal funcionamiento de un ventilador que se encontraba situado a unos pocos metros.

Gavreau, se planteó entonces la pregunta de porqué un infrasonido podía mantenerse concentrado en ese lugar sin afectar al resto del edificio. Para descubrirlo, basándose en investigaciones de otro científico francés llamado Levavasseur, construyó unos cañones sónicos capaces de producir variadas frecuencias, tanto audibles como inaudibles. Fue realizando pruebas con diferentes frecuencias, en principio audibles, observando también diferentes manifestaciones físicas en los organismos de las personas que realizaban la experiencia, como vibraciones de los órganos internos del cuerpo; era como si “las vísceras vibraran”. Según iba emitiendo en las distintas frecuencias se iban produciendo también otros fenómenos en la habitación, como grietas en las paredes. Cuando llegó a la misma frecuencia infrasónica que emitía el ventilador defectuoso (7 hercios), toda la habitación comenzó a vibrar de forma alarmante y exagerada, como si estuviera produciéndose un terremoto, pero curiosamente nada sucedía en las habitaciones contiguas. Las conclusiones del equipo de científicos de Gavreau, fueron que la forma y medidas que tenía el laboratorio eran las idóneas para resonar a la frecuencia de 7 hercios, que era justamente la que emitía el ventilador.

Que un objeto resuene a una frecuencia significa que está en “sintonía” con la fuente que emite esa frecuencia. El porqué algo puede resonar a una frecuencia y no a otra es más fácil de entender si lo asemejamos a algo que nos resulte familiar. Tomemos como ejemplo un receptor de radio: sabemos que al mover el dial de sintonía podemos elegir una emisora de entre todas las que cubren el dial. La razón de porqué podemos recibir emisoras diferentes en puntos diferentes, es debido a que al mover el dial estamos moviendo la frecuencia de resonancia de una bobina variable. Pongamos que esa bobina puede resonar en frecuencias de entre 88 y 108 mhz –millones de hercios– (ya habréis sospechado que estoy hablando de la banda comercial de FM); pues bien, si una estación de radio emite en 100 mhz, y al mover el dial hacemos que la bobina resuene exactamente en 100 mhz, esa pequeñísima señal que entra por la antena podrá pasar con toda su diminuta fuerza al resto del circuito y permitir su amplificación y detección, para después ser escuchada ya en unos sencillos altavoces.

El fenómeno sucedido en el laboratorio se basa en el mismo principio que la sintonía de una emisora de radio: las características de la habitación (la “bobina”) eran las adecuadas para resonar a la frecuencia de 7 hz, que era precisamente la misma en que emitía aquella particular emisora (el ventilador), y evidentemente toda la habitación vibraba a la frecuencia de la fuente de emisión. Si esa fuente fuese lo suficientemente potente, podría terminar derribando las paredes del laboratorio.

¿Pudieron caer los muros de Jericó debido a los infrasonidos?

Vamos a especular un poco con la física, la mística y la historia sagrada, o no tan sagrada, pues el hecho de la conquista de Jericó por Israel alrededor del 1200 antes de Cristo parece incontrovertible, a juzgar por los restos arqueólogicos hallados a lo largo del pasado siglo XX, que arrojan luz sobre este hecho histórico. No obstante, lo místico del hecho reside en cómo cayeron las murallas que protegían Jericó, que casualmente se encontraba en la misma zona donde yacían los restos de las bíblicamente castigadas Sodoma y Gomorra. Pues bien, como cuenta el Antiguo Testamento, tras la muerte de Moisés habló el Señor a Josué, hijo de Nun, ministro de Moisés, y le ordenó marchar con todo su pueblo, cruzar el río Jordán y entrar en la tierra prometida reservada a los hijos de Israel. Deberían plantarse frente a las murallas de Jericó y seguir su orden:

Dice el texto de las escrituras, en el párrafo donde el Dios ordena a Josué:

“Dad la vuelta a la ciudad una vez al día todos los hombres con armas. Haréis esto por espacio de seis días. Al séptimo día tomen los sacerdotes siete trompetas de las que sirven para el jubileo, y vayan delante del Arca del Testamento, y en esta forma daréis siete vueltas a la ciudad, tocando los sacerdotes sus trompetas; cuando se oiga su sonido más continuado y después más cortado, e hiriere vuestros oídos, todo el pueblo gritará a una con fuerza ensordecedora, y caerán hasta los cimientos los muros de la ciudad por todas partes, y cada uno entrará por la que tuviere delante”.

¿No pudo haber sido la caída de las murallas de Jericó, fruto de la perfecta resonancia entre la construcción y la fuente de sonido de las trompetas más el fuerte griterío del pueblo, en una conjunción de todos a una?

Se especuló que pudo ser debido a un terremoto pero, curiosamente, según los estudiosos los muros del sector norte permanecieron en pie, lo cual no cuadraría con la caída absoluta del resto de la fortificación. Tampoco entienden los arqueólogos, que del doble muro de que se componía la empalizada, los exteriores cayeron hacia fuera, cuando lo habitual en las murallas que rodean las ciudades es que caigan siempre hacia dentro. También llama la atención poderosa de los especialistas, el que todos los almacenes estuviesen rebosantes de trigo, lo cual evidencia que el cerco de la ciudad duró pocos días, pues en otro caso se habrían consumido esas existencias. Además, esos víveres, según las escrituras, no podían ser utilizados por los asaltantes israelitas, que tenían orden de destruir la ciudad hasta los cimientos, pero sin llevarse nada de ella por ser considerada maldita: “Y sea esta ciudad y todo lo que hay en ella, anatema del Señor”.

Todos los vestigios encontrados en las ruinas de Jericó, incluido el de incendio que sobrevino después del ataque (todos los restos estaban cubiertos de humo y cenizas), refuerzan la versión del relato bíblico, lo cual da también cancha a la especulación del fenómeno infrasónico, en el sentido de que, fuera Dios o fueran los hombres, sea por conocimiento o por casualidad, los muros pudieron caer debido a un fenómeno físico explicable ahora en nuestro tiempo.

Las posibilidades futuras de los infrasonidos pueden ser inimaginables, y ya tenemos algunos antecedentes en tiempos pasados que, por algún motivo, no pudieron ser desarrollados. Sólo decir, que en el siglo XIX un inventor norteamericano llamado John Worrell Keely, hizo un experimento sorprendente con un aparato circular que llevaba acopladas un centenar de barras vibratorias que corresponderían a diversas escalas diatónicas, y que según él permitían concentrar el sonido en el éter. El resultado de su experimento, que realizó ante numerosos testigos que lo corroboraron, fue la increíble levitación del objeto en el espacio; los presentes afirmaron que el artilugio se elevó y levito durante varios segundos.

Hay que decir, que la supuesta levitación de objetos mediante sonidos “mágicos” nace en la noche de los tiempos, y forma parte de la leyenda y los antiguos relatos, por ejemplo aquellos en que mediante el sonido se podían levantar pesadas losas (existen referencias de testigos que vieron a monjes tibetanos mover piedras con el sonido de determinados instrumentos musicales). John Worrell Keely afirmaba que determinadas notas musicales de frecuencias muy precisas emitidas por diapasones o cuerdas de piano, podían liberar y desencadenar energías sutiles. Worrell falleció llevándose consigo sus experimentos, pues no permitió nunca que sus conocimientos fueran de dominio público o se desarrollaran.

No me despido sin hacer una referencia a lo que podría ser un arma del futuro: el arma infrasónica. Determinadas frecuencias subsónicas pueden hacer resonar los tejidos humanos, causando trastornos graves o incluso la muerte. Ráfagas de frecuencias próximas a los 7 hercios, y de cierta potencia, pueden dañar los órganos internos de una persona o paralizarlo. El único problema es cómo dirigir el haz sin que el portador del arma se vea expuesto a sus efectos. Que tales armas sean viables, tal vez sólo sea cuestión de tiempo. Que Dios o Alá nos libre.

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Abel Domínguez

MI canal de Youtube: https://www.youtube.com/c/AbelElTecnotron

7 comentarios:

  1. q buen articulo! espero saber mucho mas de este tipo de temas!!! me gustó mucho.

  2. Sip a mi tambien me gusto mucho

  3. que rara la moderacion 😛

  4. patricia delgado

    me parecio muy interesante el artículo, realmente curioso, que buena información. gracias

  5. Uau!
    Fascinante! Y con un campo tan potencialmente fructífero no se ha investigado más al respecto? Lo que no he entendido es cómo se puede hacer levitar un objeto… No me cuadra.

  6. Estimado: se puede obtener este tipo de frecuencias…con algún aparato de uso semi-profesional o casero para hacer música…mi búsqueda se plantea en hacer música utilizando este tipo de frecuencias…o de frecuencias místicas… De haber, cuáles podría utilizar? atte. carlos

  7. 213.60.20.79
    29/04/2009 at 7:45
    Carlos, el concepto de “música” puede atribuirse a cualquier composición realizada con frecuencias musicales, que posean un ritmo y cadencia, y que se encuentren situadas dentro de la banda audible (20 a 20.000 hz.).

    Está claro pues, que las frecuencias inferiores a 20 hz se escapan de esta definición, pues no pueden ser “escuchadas” de forma ordinaria por un oyente. El hecho de que en un auditorio repleto de personas hayan existido una serie de sensaciones físicas (e incluso de supuesta naturaleza mística), se escapa bastante de lo que entendemos por música, pues el oyente no puede relacionar lo que está sintiendo con la interpretación de una pieza musical.

    Estamos pues en un campo experimental, ajeno al de la música propiamente dicha. Pero estamos abiertos a toda prueba empírica sobre el tema. De hecho nos gusta este tema y deseamos profundizar en él, y agradecemos toda información al respecto.

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