LA RADIO EN LA LITERATURA: LA VIDA OCULTA DE FIDEL CASTRO

Mi mundo ya no es de este mundo. [Manuel Alcántara]

Juan Reinaldo Sánchez, Ediciones Península-Huellas, Grup Editorial 62, Barcelona 2014, 286 páginas.

Sinceramente, leer te hace más libre, más realista, más juicioso. Incluso me atrevería a decir más feliz. Obras como esta son las que nos hacen creer que los seres humanos estamos hechos de metales variados y sensibilidades prodigiosas. Se trata de un relato del exguardaespaldas del líder cubano, el teniente coronel Juan Reinaldo Sánchez, que desvela los secretos de uno de los personajes más controvertidos del Siglo XX que, seguramente, La historia no lo absolverá, sobre todo cuando desaparezca y masivamente se comience a saber todo cuanto hizo y todo cuanto ocultó.

Hincarle el diente a testimonios de este tipo tiene varias posibilidades, pero una cosa es cierta: nadie podrá alegar ya ignorancia sobre lo que sucedió y sucede en la finca privada de los Hermanos Castro y el dolor que significó para todo el pueblo cubano la llegada a la cumbre de los barbudos. Muchos de los cuales poco a poco, fueron siendo apartados del camino a medida que la REVOLUCIÓN se desviaba o simplemente desaparecían de la escena en las más extrañas circunstancias mientras se iba tejiendo la tela de araña en torno a un personaje y una idea o el Líder Máximo como acertadamente lo describe el valeroso guardaespaldas que a punto estuvo de irse de este mundo cuando solicitó su paso a la Jubilación y su petición se vio concedida “con dos años de cárcel”, un trato inhumano y tortura sin cuento en el paraíso tropical del proletariado hasta que un día consigue ponerse en marcha y escapar de una manera rocambolesca de la gigantesca cárcel antillana. Tras diez intentos logró alcanzar México, voló hasta Nuevo Laredo y, caminando, tranquilamente, como uno de tantos esquilmados de los que a diario pasan por el puesto fronterizo logró entrar en los Estados Unidos.

Puede leerse como una novela o una historia de acción. Pero una cosa es cierta: LA HISTORIA NO LO ABSOLVERÁ aunque sus propagandistas tratarán de que ese gran relato no tenga una gran difusión y no fue precisamente extraño que llegara al público a través de la edición en francés que Axel Gyldén [del semanario L’Express] del que fue vertido por Rosa Alapont a su versión en español y editado, no precisamente por uno de los grandes grupos mediáticos de España, al que seguramente se lo habrían ofrecido. Sin duda el miedo o las represalias habrá tenido algo que ver hasta que este texto se puso a disposición del público de habla hispana.

Quien espere concesiones del Teniente Coronel que abandonó la isla de una manera que más se parece a las películas de espías [después de todo por algo era el más alto en la cumbre del espionaje de la isla] de James Bond, especialmente a aquellas de la época de la Guerra Fría y que utilizaban Berlín como punto estratégico para el intercambio de los agentes descubiertos.

Muchas son las enseñanzas que nos puede dejar esta impresionante confesión. Cada uno tiene que leerla y enfrentarse a ella. Evidentemente los adoctrinados, los castristas o bolivarianos de última hora no dejarán de saltar de su silla a medida que van avanzando en su lectura; mucho más si, encima, quieren retrotraerse e intentar entender la realidad con la cual la REVOLUCIÓN obsequió a sus hijos. Vaya que tiene “miga”. Pero a nosotros esa es una parte que poco o nada nos dice, salvo lo que nos interesa para nuestra serie de LA RADIO EN LA LITERATURA, así que manos a la obra. Entre corchetes la página en la que se encuentra el párrafo aquí reproducido.

“Los seis sillones del salón principal son convertibles en cama. La sala de radio dispone de dos literas. Y la cabina reservada a la tripulación, a proa, posee cuatro. Como todo yate digno de tal nombre, el Aquarama II ofrece todas las comodidades modernas: aire acondicionado, dos cuartos de baño, váter, televisión, bar”. [13]

“Más allá, a un centenar de metros, se puede ver la casa destinada a nosotros, los guardaespaldas de Fidel. Frente a ésta se eleva el edificio de guarnición que alberga al resto del personal. Cocineros, mecánicos, electricistas, oficiales de radio y la decena de soldados armados destacados en Cayo Piedra de forma permanente”. [18]

“En agosto de 1951, el líder del Partido Ortodoxo, Eduardo Chibás, gran polemista y principal figura de la vida política, se suicida en directo en la radio tras una enésima diatriba contra la corrupción y el gangsterismo galopantes de los Gobiernos de Ramón Grau y Carlos Prío”. [34]

“Con una extensión de seis hectáreas y oculta tras elevadas tapias, las 160 es esencial para el buen funcionamiento de la Seguridad Personal de Fidel, pues se trata de la unidad logística que lo gestiona todo: los transportes, el carburante, las telecomunicaciones, la alimentación. Los mecánicos reparan los Mercedes de Fidel, los técnicos los walkie-talkies y las emisoras de radio”. [44]

“Durante mucho tiempo Fidelito vistió los pesados ropajes del heredero potencial. De hecho, es el único de los numerosos vástagos Castro que fue presentando a los medios de comunicación. En 1959, en una memorable emisión televisiva, visible en You Tube, el chiquillo aparece en pijama al lado de su padre -¡también en pijama!- en la cadena estadounidense CBS. Con esa puesta en escena un tanto ridícula, el guerrillero que acaba de triunfar en Cuba consigue tranquilizar a los telespectadores yanquis: durante diez minutos se las ingenia para dejar claro que no es un peligroso comunista sino un buen padre de familia, como cualquier otro americano. Y la cosa funciona…, al menos de momento”. [58/59]

“Hacia el año 2000, Fidelito vuelve a gozar del favor de su padre, sin por ello reintegrarse al círculo del poder. En marzo de 2013 incluso hace una reaparición televisada, a la edad de sesenta y cinco años, esta vez sin pijama. Con ocasión de un viaje a Moscú, responde largamente a las preguntas de un periodista de la cadena rusa Russia Today. El científico elogia la gobernanza de su tío Raúl, pero se muestra más reservado en cuando a la herencia de su padre, al que jamás designa por su nombre, sino que lo llama, con cierta distancia, “el líder histórico”. [60]

“Manuel Piñeiro y los servicios cubanos penetran y se infiltran en el entorno de Salvador Allende. Empiezan por reclutar al periodista Augusto Olivares y jefe de la televisión pública. Según Barbarroja, Olivares, apodado “el Perro”, era “nuestro mejor informador en Santiago”. “Gracias a él, Fidel era siempre el primero en saber lo que ocurría en el interior de la Moneda. ¡A veces incluso antes que Allende!”. [119]

“Peor aún, por la radio había comparado los bombardeos estadounidense sobre Hanoi con los de Guernica durante la guerra civil española, y con la masacre de judíos en Treblinka perpetrada por los nazis”. [154]

“En noviembre de 2012, cuando enciendo la televisión en mi casa de Miami, ¿quién aparece en la pantalla? ¡El Tuerto! Para sus primeros pasos en la escena planetaria, este titulado en relaciones internacionales había ido a Moscú a presentar la edición rusa de su obra El imperio del terror, una requisitoria contra Estados Unidos. Entrevistado en español por una cadena de la televisión rusa, no puede decirse que se convirtiera en una estrella, con su elocución monótona y su pronunciado ceceo”. [169]

“Fidel lo graba todo. En el tercer piso del Palacio de la Revolución, en un cuartito contiguo al despacho, se encuentra un dispositivo de grabación profesional comparable al que se veía en la película La vida de los otros, con dos lectores de bandas magnéticas y dos cascos de escucha. Salvo indicación en contra, la consigna es poner en funcionamiento los magnetófonos cada vez que Fidel recibe a un visitante para una entrevista en privado, ya sea cubano o extranjero, político, ministro o general. Son los taquimecanógrafos quienes con la vista clavada en la aguja del potenciómetro controlan el volumen y cambian de un magnetófono a otro cada vez que una cinta se termina. Pero soy yo quien, desde la dependencia de la escolta, contigua asimismo al despacho de Fidel, tiene la facultad de abrir y cerrar los tres micrófonos ocultos en el despacho del Líder Máximo”. [170]

“Debo añadir que la sala del Consejo de Ministros, situada al otro lado del pasillo, a menos de diez metros del despacho de Fidel, está abarrotada de micrófonos, los cuales permiten inmortalizar las reuniones del Politburó del Partido Comunista que se desarrollan en ese lugar.

Partiendo del principio de que cuanto se pronuncie puede ser utilizado y vuelto contra su interlocutor, las grabaciones son sistemáticamente convertidas en casetes o CD (a partir de los años ochenta), para luego archivarlas con sumo cuidado. Podrán servir, siquiera sea años más tarde, para colocar a tal o cual persona ante sus contradicciones. El mismo principio se aplica a todas las conversaciones telefónicas importantes de Fidel, quien un día u otro puede utilizarlas para presionar a su interlocutor, o para comprometerlo.
Es cierto que la mayor parte de esos documentos sonoros duermen para siempre en los archivos, y que jamás se harán públicos, de manera que podría pensarse que todo es fruto de mi imaginación. Pero, por desgracia, me atrevería a decir que algunos años después de mi partida el propio Fidel Castro demostró que no me invento nada. En 2002 no resistió la tentación de difundir la conversación telefónica que acababa de mantener con el presidente mexicano de entonces, el conservador Vicente Fox. Era la víspera de una cumbre de las Naciones Unidas organizada en Monterrey, México, y el jefe del Estado, de una ingenuidad pasmosa y una torpeza rayana en la grosería, había telefoneado a Fidel para sugerirle, con machacona insistencia, que hiciera el favor de abreviar lo máximo posible su estancia en el país, al que llegaría dos días después. Y eso, en pocas palabras, para no incomodar a los demás participantes. La guinda del pastel: Fox le pidió que se abstuviese de toda declaración que pudiera desagradar al presidente estadounidense George W. Bush, el cual estaba a punto de invadir Irak.

Ya he dicho antes que oponerse frontalmente a Fidel es lo último que uno debe hacer si desea obtener algún resultado positivo, y lo primero si quiere predisponerlo en su contra. Ahora bien, eso fue precisamente lo que hizo el pobre de Fox, cuyo tacto parece inexistente. Muy irritado, Fidel decidió entonces difundir íntegramente su conversación telefónica de dieciséis minutos: a partir del día siguiente aparecía una y otra vez en las cadenas de televisión latinoamericanas y en You Tube. La prensa de izquierdas se dedicó a fustigar a Fox, al que calificó de “lacayo de Washington”. Y en eso dio en el clavo: su propósito era, en efecto, mostrarse servil y sumiso a Estados Unidos, lo que le valió una imagen desastrosa en esa región del mundo donde los sentimientos antinorteamericanos siempre están a flor de piel. En un visto y no visto, Fidel había “asesinado” a Fox al dejarlo en ridículo. Que yo sepa, es la única vez que una grabación semejante realizada desde la estancia contigua al despacho del Líder Máximo, ha sido puesta en conocimiento del público. Y sin embargo, existen miles más….” [172/173]

“A esto se añade el KR, que controla el chequeo radiofónico, es decir, las escuchas de los emisores-receptores de radio, numerosos en cuba, en los ministerios pero también en casa de ciertos radioaficionados particulares”. [176]

“Más vale que los extranjeros vayan prevenidos: en Cuba, nadie escapa a la vigilancia de la Seguridad del Estado, el G2. Así, varios hoteles de La Habana están dotados de habitaciones especialmente condicionadas por la Técnica con el fin de escuchar las conversaciones y filmar la intimidad de objetivos dignos de interés, como empresarios, diplomáticos, políticos, universitarios, profesionales de la cultura [algunos que destacaron en la Movida Madrileña fueron víctimas de ese chantaje, generalmente de contenido sexual por aquello de tener en España una fachada y allí grabarlos precisamente en la parte contraria en la que con tanto cinismo colocaban a sus adversarios] periodistas, personalidades de las artes y las letras. Citaremos el piso veinte del Hotel Habana Libre [allí me crucé, yo mismo, con el mítico Gurruchaga de la Orquesta Mondragón tan modosito y agarradito, una mañana en la que acudí a tomar café con uno de mis grandes amigos cubanos]. El catorce del hotel Riviera, el Hotel Nacional o incluso el hotel Cohiba. Pero hay más… Cuando el Estado cubano invita, como suele ocurrir, a personalidades extranjeras, resulta cómodo alojarlas en una de esas habitaciones especiales, para después filmar sus retozos sexuales con una prostituta de servicio enviada por el G2. De ese modo el régimen dispone de un temible medio de chantaje, sobre todo si la pareja sexual es menor de edad o se trata de un homosexual (cuando el objetivo es un hombre casado)”. [177]

“Cuando la penuria alimentaria alcanza un punto crítico, ordena entregar “generosamente” cajas de víveres a los recluidos…, si bien en número insuficiente con el fin de que éstos luchen y se hagan pedazos por la comida. De ese modo la televisión cubana puede filmar, a través de las verjas, imágenes de escenas de disturbios y peleas que tienden a presentar a los recluidos como la escoria de la sociedad. Y así fue como Fidel Castro, con una mezcla de astucia, cinismo y espionaje, consiguió, si no dar la vuelta a la situación en su favor, al menos limitar los daños”. [182]

“En cuanto a la omnipresencia de los micrófonos evocada por nuestros servicios, estaba decidido a averiguarlo. Así, al día siguiente de nuestra llegada, cuando tomé el ascensor con un colega cubano, le solté con falsa ingenuidad: “¿Sabes una cosa?” Me gustaría mucho leer las obras de Kim Il-sung en español. Deben de ser muy interesantes. Lamentablemente, en Cuba son muy difíciles de encontrar. Es una pena, ¿no te parece?”. Acto seguido nos dirigimos a la cena en honor del Comandante. Esa misma noche, al regresar, ¡sorpresa! Todos los miembros de la delegación cubana descubrieron, depositadas sobre sus colchas, las obras completas de Kim Il-sung en español. Por lo visto, los micrófonos del ascensor funcionaban a la perfección…” [204] (Curiosamente, durante mi vida profesional, cada vez que los claustros de profesores se hacían interminables, uno de esos tomos que relata Reinaldo lo utilizaba para llevarlo a la mesa donde se desarrollaban tensas diatribas –nos guste o no, las directrices políticas se dan en todos lados y desde que en Cataluña se asumieron las competencias en el tema educativo-, son motivo de grandes discusiones en los claustros que atontan a un borrego; así que tomaba un tomo del gran líder coreano y lo abría –no lo leía- pero automáticamente se producía un silencio que rasgaba el ambiente y muchas veces esas kafkianas y maratonianas sesiones de tortura colectiva pasaban a otros derroteros. Por supuesto, llegada la hora, estuviera la “bronca” como estuviera, abandonaba la sala y me iba a comer).

“Siguiendo las indicaciones del jefe de la Técnica, efectúan también trabajos de aislamiento sonoro con el fin de que nadie pueda, desde el exterior, espiar las conversaciones de Fidel con la ayuda de esos micrófonos de cañón capaces de atravesar las paredes”. [209]
“A la población se le diría la principio que Fidel había sido hospitalizado, después que su estado había pasado de “grave” a “crítico”· y por fin que el Comandante en Jefe nos había dejado. Y eso por medio de un comunicado del politburó del PCC difundido por la televisión, la radio y el Granma, el periódico oficial del partido”. [209]

Hasta aquí lo que dio de sí la obra de Juan Reinaldo Sánchez, me permitiré copiar, también, las últimas líneas que, en cierta medida, resumen un hecho contrastable por todos a poco que uno quiera ser imparcial y realizar una retrospectiva histórica.

“Y hasta el fin de mis días, una pregunta me atormentará: ¿por qué las revoluciones siempre acaban mal? ¿Por qué sus héroes se transforman sistemáticamente en tiranos todavía peores que los dictadores a los que han combatido? [286]

Que cada uno extraiga las consecuencias, evidentemente, una vez más, alienados de izquierdas o fans del castrismo deberían abstenerse de leer la presente obra.

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