LA RADIO EN LA LITERATURA: GUERRAS, POLÍTICOS Y MENTIRAS

“Si el pueblo desconoce su pasado es vulnerable a las mentiras del presente”
[Geoffrey Regan]

Autor Geoffrey Regan. Crítica, Barcelona, 2004.

La presente reseña, en la que creía encontraría más “madera”, en realidad sólo está centrada en aspectos históricos y apenas de soslayo aparecen algunos pasajes sobre los medios de comunicación. Lo más significativo es que, salvadas las distancias,  algunas de estas posturas eran defendidas por mi en las acaloradas discusiones durante mis estudios universitarios… ¡Cuánto ha llovido, tanto que incluso me jubilé!

El prestigioso profesor nos trae, con documentada y erudita explicación nos demuestra cómo, cuándo y dónde, los políticos han utilizado a las masas de manera inmisericorde y de una forma que a veces alcanza cotas de felonía sin nombre. Para no irnos muy lejos basta ver el desastre en Grecia, no sólo encabrona al personal de todo el continente, sino que el populismo hunde aún más a su pueblo. ¡Nadie escarmienta: pero ahí está la historia!

Magistralmente narrado, este libro debería de ser de obligada consulta, sobre todo para los que se dedican a cultivar el nacionalismo más rancio; para los que buscan los hechos diferenciales o simplemente para los que ya están hartos de que les tomen el pelo. Merece la pena leerlo, descansar, pensar y otear el horizonte para ver cómo [nos] tergiversan una realidad que ahora, con las modernas tecnologías, ya son realmente de espanto. Quizá por eso estoy más lector que nunca en el más amplio sentido del término, disfrutar de lo que haces y aprovechando el tiempo maravilloso que nos obsequia la edad del jubileo, aunque después de todo lo cotizado no paran de largar mensajes subliminales sobre las pensiones y otras cosas. ¿Qué culpa tiene el personal, que religiosamente ha cotizado, que sus políticos se gasten sus chavos en cosas para los que no estaban previstos esos cuartos? Hoy mismo leía que quieren llevar la edad a los 70 años… En fin, reír para no llorar.

Así que vamos a entrar en materia, como de costumbre entre corchetes, la página en la que aparece el párrafo correspondiente a la radio o televisión. Recordar que mayoritariamente el Sr. Regan analiza el caso de los Estados Unidos y el Reino Unido, aunque en algunos conflictos es lógico pensar que uno se encontrará “algo más” en su bien documentado trabajo.

“La pasividad de los jóvenes y la servidumbre de sus padres representan la nueva forma de esclavitud” [102]

“En Gran Bretaña, el anuncio de guerra se declaró por radio a las once, después de las campanadas del Big Ben, todo muy civilizado, muy diferente. Si los alemanes vienen, habrá una sirena para que todo el mundo lo sepa y se vaya a sus puestos: los hombres a las armas, los bomberos a sus camiones, y las mujeres y los niños a los refugios”. [70]

“Los políticos tendrían que dejar de intentar aprovecharse de la “sensación de bienestar” que genera la televisión, cuando se ve a niños mutilados que reciben tratamientos médicos en Occidente, como si esos mismos políticos no hubieran tenido nada que ver en su mutilación”. [72]

“¿Cuánta gente experimentó de verdad “su mejor momento” en 1940, sentada entre los escombros de sus casas y oyendo el discurso de Churchill en la radio del vecino?” [74]

“El objetivo primario del discurso de Truman era crear un miedo generalizado en el oyente, a partir de las imágenes del peligro (el peligro rojo). Estados Unidos tenía que mantenerse fuerte en un “mundo febril”, que se enfrentaba al “virus del comunismo”, en el que el “fuego rojo arde con una lengua larga y furiosa”. En todas las naciones del mundo la democracia podía ser vulnerable a la enfermedad del caos rojo”. [127]

Durante la ofensiva del Tet de 1968, quedó de pronto de relieve –y en los programas televisivos de máxima audiencia- que la guerra no iba tan bien como la gente había sido inducida a creer. Los políticos habían regateado la verdad. Lejos de la paz y la seguridad que se suponía la presencia estadounidense había llevado a Saigón, la capital vietnamita, los televidentes contemplaban ahora todas y cada una de las señales de la guerra. A todo color, se sucedían terribles escenas de devastación y caos, cielos llenos de humo, cuerpos de muertos y heridos tirados por las calles y el sonido incesante de disparos y explosiones”. [144/145]

“En los últimos días de la presidencia de Jimmy Carter, Estados Unidos fue testigo de una debacle militar tan humillante como lo había sido la ofensiva del Tet para Johnson y Westmoreland. La revolución iraní y la consiguiente crisis de los rehenes terminó en la heroica pero desventurada operación Garra de Águila, que pretendía rescatar a los estadounidenses secuestrados en Teherán en 1979. De costa a costa de Estados Unidos se pudo ver por televisión la espeluznante imagen del ayatolá Jaljali sosteniendo los huesos carbonizados de los ocho aviadores estadounidenses muertos en la base Desierto Uno”. [147]

“Una vez, mientras se prepara una emisión, comunicó sin darse cuenta una alarmante noticia ante un micrófono que creía cerrado. “Mis queridos estadounidenses, me complace anunciarles que acabo de firmar una ley que prohíbe Rusia para siempre. El bombardeo empezará de aquí a cinco minutos”. Si alguien sintió la tentación de reírse, seguro que se le ahogó la risa en la garganta: al fin y al cabo, aquel era el hombre que tenía el botón bajo su dedo”. [148]

En Gran Bretaña, en 2003, la objetividad de la prensa y otros medios de comunicación como la radio y la televisión vivió una situación de peligro: en efecto, se vio forzada a interpretar la función de la “tribuna popular” ante un gobierno que estaba dispuesto a recurrir al engaño, esto es, a presentar los hechos de una forma interesada, tal que procurara el apoyo público a su programa. Pero en realidad ese programa no había alcanzado siquiera el apoyo de Naciones Unidas; y además, probablemente, no era representativo de la mayoría de la opinión británica. Así pues, durante la guerra de Iraq de 2003 la BBC desempeñó un papel vital para la democracia británica, con su información, el descubrimiento del caso Kelly y  el posterior informe Hutton”. [264]

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