JARDINERÍA - CULTIVOS: Los rosales - 2ª parte
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Jardinería

CULTIVOS

Los rosales - 2ª parte


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El cultivo del rosal (continuación)

Plantación

letra capitular El rosal es una planta que acusa la falta de humedad, por eso debemos asegurarnos en el momento de adquirirlo que no lleva demasiado tiempo extraído de la tierra, y que se encuentra en buenas condiciones para ser plantado en su lugar definitivo.

Un ejemplar de rosal cuyas raíces presentan un color muy oscuro o que al retorcerlas parten en vez de doblarse, debe ser desechado, esto es síntoma de que lleva mucho tiempo fuera de la tierra. Si a pesar de todo el ejemplar adquirido ha perdido mucha humedad, podemos colocarlo en un amplio recipiente cubierto de agua un mínimo de 24 horas, comprobando después que la raíz está elástica al doblarla, indicación de que ya se encuentra en buenas condiciones para ser trasplantado.

Para la plantación debemos abrir un hoyo de al menos medio metro de profundidad, y cuyo diámetro acoja sin dificultad las raíces completamente extendidas. Antes de colocar la planta debemos cubrir el fondo con un poco de estiércol, para a continuación ir añadiendo tierra buena de jardín hasta una altura suficiente para que el rosal no sobresalga más ni menos. Los rosales arbustivos tienen el injerto en el cuello de la raíz; hay que cubrir de tierra el rosal justo hasta que el injerto quede exactamente por debajo de la superficie, pero nunca más enterrado.


Antes de plantar el rosal hay que podar los tallos y las raíces en perfecto equilibrio

En el caso de rosales de "copa", "arbolito" y "llorones", no será necesario respetar esta norma, pues el injerto lo lleva en la parte alta del tallo. Antes de plantar el rosal habremos de podar los tallos y las raíces equilibradamente, es decir, debe poseer una longitud de raíz igual a la del tallo. Esta poda permite estimular el crecimiento.

Hay que proceder a la plantación de los rosales en aquella época en que se encuentren en periodo vegetativo, que dependiendo de la región suele ser entre diciembre y febrero; no obstante, si existen condiciones de helada hay que eliminar toda la escarcha y plantar los ejemplares provisionalmente, cubriendo el hoyo con la propia tierra extraída, cubriéndolos después con un manto o acolchado de hojas o paja seca, y trasplantando al lugar definitivo cuando exista un tiempo favorable para ello.

Si el rosal va a ser plantado en macetas o jardineras habrá que procurarles un drenaje adecuado, colocando en el fondo una capa de gravilla o piedrecillas.

Condiciones ambientales

Tras la plantación del rosal tenemos que observar las condiciones ambientales en que se desarrolla. Los rosales prefieren una exposición soleada, por ello evitaremos plantarlos en lugares sombríos, pues serán mucho más sensibles a las enfermedades al producir ramas débiles y escasas flores. Deberemos igualmente buscar un lugar abrigado del viento, y en otoño sujetar las ramas de aquellos rosales trepadores y sarmentosos que podrían quebrar.

Antes de plantar deberemos observar que las condiciones atmosféricas son las adecuadas, y que nos encontramos en la época favorable; no obstante, si ya hemos realizado la plantación en el lugar definitivo y surgen condiciones adversas, tendremos que cubrir las ramas con tierra y dejar asomar solo una o dos yemas. Si el periodo de vegetación ha terminado o el tiempo ha mejorado, podemos proceder a retirar la tierra que las cubre.

Finalizado el periodo vegetativo el rosal comienza a brotar, en este momento deben comenzar los riegos de forma suave, aumentándolos progresivamente hasta alcanzar el punto máximo (véase el calendario de labores de jardinería), que normalmente no debería interrumpirse entre abril y mediados de septiembre (variará según la región geográfica).

El rosal prefiere humedad en la raíz, por ello se debe mantener la tierra siempre húmeda; es conveniente realizar el riego durante la primera hora de la mañana o a última de la tarde, cuando los rigores del calore hayan amainado; igualmente, es más adecuado regar por encharcamiento en lugar de aspersión, ya que este último método puede dar lugar a enfermedades.

Cuando el rosal empieza a brotar y también cuando se produzca la floración, debemos atender al abonado, preferiblemente mediante estiércol muy descompuesto. También son recomendables los abonos químicos a base de sulfato amónico para los rosales de asiento, así como los nítricos para los plantados en maceta, todos ellos suministrados de forma moderada. Podemos realizar de forma casera un abono químico, mezclando los siguientes productos adquiridos en una tienda especializada: 1/2 de superfosfato de cal, 1/4 de nitrato de potasa y 1/4 de sulfato amónico. Esta mezcla puede aplicarse al rosal a razón de 15 gramos diluida en el agua de cada riego.

Tras el riego se produce una capa de tierra endurecida sobre las raíces del rosal que le impiden respirar, por ello es muy conveniente realizar escardados frecuentes a no más de 5 cm. de profundidad para no dañarlas. Esta operación permite además que las malas hierbas puedan proliferar y restar alimento a la planta.

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