GEOGRAFÍA - PAÍSES: Italia - 2ª parte
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Geografía

PAÍSES

Italia - 2ª parte


Climatología   Vegetación

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Climatología

letra capitular El clima italiano es, sin ningún género de dudas, marcadamente mediterráneo (o con fuerte influencia de éste); existen, no obstante, significativas variaciones y alteraciones de esta evidencia. La extensa depresión del río Po posee, a pesar de ser una cuenca mediterránea, más influencias continentales que marítimas. Los Alpes aíslan por el N a la depresión Padana, pero los Apeninos la separan de los influjos climáticos mediterráneos directos; su única apertura, hacia el Adriático, la aleja de influencias marinas relevantes al tratarse éste de un mar muy pequeño y cerrado. Pero esta única apertura hacia el E sí facilita la penetración en el valle de los condicionantes climáticos típicamente continentales, así como de los fríos y secos vientos provenientes del centro y E europeos.

En definitiva, el clima del valle del Po es transicional o mixto entre el mediterráneo y el continental; su especial carácter de clima templado toma, dependiendo de las zonas, características submediterráneas o precontinentales. Las peculiaridades de este especial régimen climático son inviernos muy fríos, fruto de los vientos continentales del E y siberianos, y unos veranos bastante cálidos dada la baja latitud de la región, aunque nunca escasean las precipitaciones. En casi todo el valle se registran importantes amplitudes térmicas, que la mayoría de las veces son superiores a los 20 ºC; las lluvias se concentran en otoño y primavera como en los climas mediterráneos, y los inviernos son, como en el continental, secos, fríos y neblinosos. Tales son las características de esta llamada Italia continental. La península y las islas son las que forman la Italia auténticamente mediterránea; su régimen climático les proporciona inviernos suaves y calurosos veranos, con temperaturas ascendentes conforme se va hacia el S.

Existen importantes variaciones y diferencias entre la costa O y la costa E de la península italiana, debido a las influencias continentales provenientes del E, que no encuentran obstáculo ni atemperación en el estrecho mar Adriático. Las precipitaciones son siempre más abundantes en las partes altas de los Apeninos debido a la barrera que representan para los frentes mediterráneos; es por ello por lo que la costa ligur ofrece también un régimen más húmedo y lluvioso.

El ambiente general de la península italiana es más bien seco, aunque el total de precipitaciones medias anuales (entre 600 y 1 000 mm) sea normal y suficiente para una región mediterránea. No obstante se registra, en buena parte de Italia, una sequía biológica e hidrológica debida al escaso poder de retención de agua que poseen los entornos naturales. Las islas están muy influenciadas por el poder atemperador marino y no poseen ninguna variante climática importante (aparte de la altura), formando entornos muy puros y exclusivamente mediterráneos. Los vientos provenientes del N de África azotan algunas veces, durante el verano, a la península y a las islas, aportando un sofocante aire sahariano que acrecienta la temida sequía estival. Italia es un país con importantes y variados relieves; esta condición impone la existencia de diferentes estratos climáticos de altura. Los altos valles alpinos y apenínicos registran abundantes precipitaciones y temperaturas más bajas y suaves; así, en los Alpes la temperatura disminuye algo más de medio grado por cada 100 m de ascensión, y las lluvias aumentan en casi 1 mm más de media por metro de altitud.

Las altas cumbres alpinas favorecen, por el efecto de barrera, la acumulación y formación de nubes, así como la condensación de unas copiosas precipitaciones que son siempre de nieve a partir de los 4 000 m, dando lugar a fenómenos glaciares por la acumulación de nieves perpetuas. Los valles alpinos y apenínicos poseen microclimas más parecidos a los regímenes oceánicos que a los continentales o mediterráneos que caracterizan a Italia; por este motivo, el país, aun estando totalmente rodeado por el Mediterráneo, posee gran diversidad climática, una diversidad debida principalmente a la orografía y a las variaciones de altitud y orientación de unos valles y regiones muy condicionados a la recepción de los distintos influjos climáticos: marinos, eólicos, pluviométricos

Vegetación

La variedad de los paisajes vegetales y naturales italianos responde a dos claros condicionantes: uno el climático, ya que la riqueza vegetal va siempre en función de las diferentes variantes climáticas, así como de la disponibilidad de agua; el otro gran condicionante es la importante acción y presión humanas que se han ejercido durante siglos sobre los espacios naturales. Así, y como ejemplo, extensas zonas de regadío son fruto de la milenaria ingeniería romana, y la desecación de deltas y lagunas lleva ya siglos funcionando, como también los típicos cultivos en terrazas.

La implantación de especies vegetales no autóctonas ha ido creando progresivamente unos espacios vegetales más humanizados que naturales en este denso y poblado país. La escasa presencia en Italia de áreas de vegetación silvestre típicamente mediterránea (encinar, robledal, carrascal) ha dado paso a importantes y extensas implantaciones de viña, olivos y frutales, que a pesar de que también son puramente mediterráneos, son obra indiscutible del hombre; los cereales de secano y las huertas forman también parte de este patrimonio humano que ha expandido coníferas (cipreses y pinos), palmeras y otros muchos árboles de más lejana procedencia, como los castaños, sauces y álamos.

Los pocos espacios de vegetación originaria (o natural) se concentran en los estratos montañosos de más altura existentes en los Alpes y los Apeninos, donde las especies caducifolias (hayas y robles) dominan los niveles a alturas siempre inferiores a los 1 500 m. En altitudes superiores, el dominio de las coníferas (abetos) cubre los paisajes hasta más allá de los 2 000 m, y ya a partir de los 2 500 m sólo los líquenes y algunas hierbas van dejando paso a las nieves perpetuas.

Exceptuando a la alta montaña, se puede decir que en Italia no quedan casi espacios vegetales originarios; las riberas de los ríos y lagos poseen árboles «importados» de Centroeuropa, de climas oceánicos, como los sauces y las alamedas, que han ocupado los espacios propios de robles y alisedas. En definitiva, los miles de años de acciones humanas decisivas y transformadoras sobre el medio natural y vegetal han dejado a Italia sin espacios de vegetación autóctona; todo el país y la mayoría de sus paisajes constituyen un espacio humanizado.

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