GEOGRAFÍA - PAÍSES: Ecuador - 4ª parte
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Geografía

PAÍSES

Ecuador - 4ª parte


Instituciones   Literatura   Arte   Música

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Instituciones

egún la Constitución de 1979, Ecuador es una República unitaria y democrática. El presidente y el vicepresidente son elegidos por sufragio directo para un período de 4 años y no pueden aspirar a la reelección.

El poder legislativo recae en el Congreso Nacional (una cámara compuesta de 12 miembros elegidos por votación nacional y 59 elegidos por provincias proporcionalmente a la población). La Corte Suprema ejerce el Poder judicial.

Literatura

La literatura colonial ecuatoriana está vinculada a los conventos: Lorenzo de Cepeda destacó como versificador en una obra que se extiende entre 1552 y 1567. El estilo gongorino arraigó durante el s. XVII en Jacinto de Evia, compilador de lírica colonial y el jesuita A. Bastidas. En el s. XVIII, con intereses propios de la Ilustración, sobresale la figura de Eugenio de Santa Cruz y Espejo, fundador del primer periódico ecuatoriano (Primicias de la cultura de Quito). El romanticismo exaltó la naturaleza y los ideales de libertad (J. J. Olmedo, 1780-1847: Canto a Vilar, 1825; Al general Flores, vencedor de Miñarica, 1835). La novela de Juan León Mera, Cumandá, 1879, introdujo en parte la temática indigenista. Antes del arraigo modernista, el parnasianismo aportó un talante formalmente renovador (César Borja y R. Crespo Toval).

El modernismo adoptó notas del simbolismo de Verlaine y Rimbaud: La flauta de ónix, Ernesto Noboa Camaño: La romanza de las horas y H. Fierro, El laúd en el valle, nacidos en la última década del s. XIX. Fue relevante la obra de Jorge Carrera Andrade (1902-78), impresionista en Registro de mundo (1940) y reflexivo en Poesía última (1960); Gonzalo Escudero (1903-1971), temáticamente innovador en Hélices de huracán y sol (1934) y, finalmente, brilló J. E. Adoum (n. 1923). El prosista más notable del s. XIX fue Juan Montalvo (Siete tratados, Las catilinarias y la novela Capítulos que se le olvidaron a Cervantes). La novela realista de raíz francesa se abrió paso durante todo este siglo (A. Baquerizo Moreno, El señor Penco, 1895; L. A. Martínez, A la costa). El modernismo y el creacionismo dejaron huella en G. Zaldumbide y en César Arroyo. Plata y bronce, de F. Chaves, 1927, abrió camino a la temática indigenista.

El grupo de Guayaquil cultivó el relato social durante la década de los 30 (J. de la Cuadra, A. F. Rojas, J. Gallegos Lara). El autor más célebre es Jorge Icaza (Huasipungo, 1934) quien expuso con rigor documental y tono contenido la explotación del indio y su rebelión abortada. Aguilera Malta trató el tema del indio de tierra adentro y dio espléndidas páginas en El secuestro del general, 1975. Los nombres de la última generación transmiten un interés de índole formal: Adalberto Ortiz (n.1914) en Historia de un negro (1943), El espejo y la ventana: novela a dos voces, 1967; Pedro Jorge Vera, Miguel Donoso Pareja, interesados en lo social, hasta los últimos nombres: J. Rivadeneyra, Walter Bellodio y Vladimir Ribas Iturralde.

Arte

Se conocen dos etapas en el período precolombino: a) centros en Carchi, Imbabura, Guayas, Esmeraldas y Manabi; allí las excavaciones arqueológicas han recuperado piezas de cerámica decorada, bases de templos, joyas y estatuillas; y b) las ruinas de Ingapirco, con restos del período incaico. En el arte del período colonial fue determinante la enseñanza de los misioneros franciscanos, que formó un nutrido grupo de artesanos que convirtieron a Quito y Cuenca en centros artísticos de notable importancia (iglesias de los franciscanos y de la Compañía, 1605-1765). Algunos edificios aúnan las tendencias europeas y el carácter indígena (conventos de Santo Domingo, San Agustín; iglesias de la Merced, del Carmen Moderno).

Las fachadas evolucionaron desde el Renacimiento hasta el Barroco: destaca el trabajo arquitectónico de Fray A. Rodríguez (iglesia de Santa Clara, s. XVIII). La imaginería desborda de colorido en la obra de tallistas como el español Diego de Robles. Bernardo Legarda fue autor de retablos, especialidad quiteña que usó profusamente la madera dorada. En pintura destaca el interior del convento de San Francisco y el santuario de Guapulo. Ya en el s. XIX sobresale la pintura romántica de Antonio Salas, interesado en el tema religioso y paisajístico.

En el s. XX llegaron las corrientes extranjeras gracias a la incorporación de profesores de otras nacionalidades en la Escuela de Bellas Artes de Quito. Los años 30 dieron importancia al expresionismo con influencia del muralismo mexicano. Eduardo Kingman, Bolívar Mena y C. Egas --autores del pabellón ecuatoriano de la Exposición Universal de Nueva York de 1939--. Osvaldo Guayasamín imprimió una nueva orientación a la pintura ecuatoriana; acogió la influencia expresionista alemana volcando en sus retratos una voluntad de denuncia. En los años 50, la situación del indio adquirió aliento trágico en la pintura de Diógenes Paredes.

Enrique Tábara asumió la decoración precolombina en sus caligrafías afines al formalismo de Tàpies. J. Andrade es el escultor más representativo; trabajó el muralismo: apartándose de la tradición mexicana, abordó temas alegóricos asignando un predominio simbólico a la luz. Otros nombres de la escultura son F. Maldonado y J. Moscoso. En la arquitectura ha tenido relevancia, durante los años 70, la corriente internacionalista conjugada con elementos autóctonos populares (A. León, O. Wappenstein, M. Solís y J. Moreira).

Música

La música tradicional ecuatoriana es una suma de elementos europeos e indígenas. Los misioneros franciscanos introdujeron la música culta en el s. XVI. En el XVII destaca la figura de Manuel Blasco Jerónimo. La reactivación musical llegó en el s. XIX con Juan José Allende y Antonio Neumanne, autor del himno oficial americano y fundador de la Sociedad Filarmónica de Guayaquil (1865).

El Conservatorio Nacional fue durante el s. XIX un núcleo dinamizador de la actividad musical que contó con la dirección de P. P. Traversari, autor de piezas sinfónicas y teatrales. En los primeros años del s. XIX triunfó la corriente nacionalista (Segundo Luís Moreno; Luis H. Salgado) de talante romántico e interesado en la amalgama del sustrato indigenista e ibérico.

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