EL ÁRBOL SÍMBOLO DE LA VICTORIA: EL LAUREL

Cuenta la leyenda relatada por Ovidio en la obra «La metamorfosis» que Apolo, orgulloso de sus victorias, se burlaba de Cupido y de las armas de adulto que portaba a pesar de ser un niño. Cupido se vengó entonces de él hiriéndole con una flecha de oro, haciéndole despertar un amor irrefrenable por la ninfa Dafne. Mientras que a ésta la hirió con un flecha de plomo, engendrando en ella aversión hacia el amor, decidiendo la ninfa que jamás se casaría.

El corazón endurecido de Dafne rechazó los ruegos de Apolo pero él, desesperado y enloquecido de amor, la persiguió sin descanso por el bosque hasta que ella, a punto de ser alcanzada, imploró la ayuda de su padre el río Peneo.
El dios escuchó a su hija, y antes de que Apolo posase sus manos sobre la ninfa, sus pies se transformaron en raíces que penetraron en el suelo, el cuerpo se convirtió en una dura corteza, y de su cabello brotaron múltiples hojas, quedando transformada en un laurel.

Apolo, desconsolado al no poder poseer el cuerpo de su amada, se abrazó al laurel llorando y lo tomó como su árbol sagrado, adoptándolo como símbolo.

Numerosas plantas fueron en la antigüedad objeto de culto, el laurel es uno de los más venerados. Se le atribuía la capacidad de suscitar sueños proféticos cuando se le tenía cerca por la noche, y tanto griegos como romanos la consagraron a Apolo, el dios protector del arte, la música, la poesía y la sabiduría; también de las artes adivinatorias.

El laurel era también árbol de fuego, como Apolo que es el Sol. En los comentarios que el doctor Andrés Laguna hiciera a Dioscórides, dice que el laurel tiene «en sí virtud de produzir fuego. Porque si fregamos dos palos de laurel secos uno con otro, y les echamos encima un poco de açufre pulverizado, súbito se alça la llama».

Antiguamente, las casas se protegían de los rayos mediante ramas de laurel, y se le otorgaba el poder de presentir lo que estaba por venir. Así, Fernando de Herrera decía del laurel «ninguna cosa arde con tanto estruendo, como dice Lucrecio, y primero que él Teócrito. De donde los antiguos juzgaban los sucesos venideros, como refiere Porfirio; porque si cuando se quemaba, ardía con ruido, creían que denotaba felicidad. Pero si se encendía callada, era triste agüero».

Era pues, una costumbre en los oráculos arrojar laurel al fuego para conocer los acontecimientos futuros. Si el laurel crepitaba al arder era un buen augurio, pero si ardía en silencio era señal de nefastos sucesos. Cuando los griegos consultaban de esta forma al dios Apolo en Delfos, si la respuesta era satisfactoria regresaban coronados de laurel.

Según la leyenda romana, Júpiter envió un águila que dejó caer en el regazo de Drusila (la esposa del emperador Augusto) una gallina blanca portando en el pico un ramillete de laurel repleto de bayas. El emperador ordenó plantar las bayas en su jardín, fructificando éstas y multiplicándose rápidamente. La nobleza del laurel lo convirtió en la planta por excelencia en los jardines imperiales.

Los griegos realizaban coronas de laurel para premiar a los atletas ganadores de los Juegos, o soldados vencedores en la guerra. De forma similar, los romanos ceñían su cabeza con coronas de laurel durante las ceremonias y después de los triunfos; era el símbolo de la victoria. El laurel adornaba las lanzas de los soldados invictos, las proas de las naves que habían librado batalla victoriosa, y también las cartas y tablillas que portaban las buenas noticias, incluso las mostraban los propios mensajeros.

Posteriormente, durante la Edad Media y el Renacimiento, eran los literatos y jóvenes poetas los coronados o más bien «laureados» cuando se licenciaban; poetas como Dante o Petrarca engrandecieron la simbología del laurel. En latín «laureatus» significaba que había recibido los «laureles» de su titulación académica, es decir, recompensado con honor y gloria. Y actualmente, en Italia, «laurea» (derivado de lauro, o laurel) significa «licenciatura».

Dicho esto, después de tan alto linaje alcanzado por esta planta, parecería que las propiedades del laurel para la salud o incluso como especia en la cocina queda minusvalorada, pero lejos de eso hay que destacarlas.

Las hojas y frutos del laurel son muy útiles en farmacia. Poseen taninos y aceites esenciales con propiedades terapéuticas: Analgésicas, antisépticas, antibacterianas, carminativas, diuréticas, diaforéticas, sedantes, entre otras.
Destacan también en el laurel sales minerales útiles para el organismo, como el calcio, fósforo, manganeso, hierro y zinc.

Como planta de jardín, es del todo deseable reservarle al laurel un espacio preferente. Su cultivo es muy sencillo, y de hecho crece asilvestrado con gran facilidad, por lo que si le ayudamos con una buena tierra y cuidados, entonces nos dará grandes satisfacciones. Puede llegar a alcanzar una altura de 15 metros, por lo que resulta muy conveniente realizar podas periódicas. Le conviene los suelos bien drenados (no encharcados), y aprecia la sombra más que las áreas soleadas.

Sus peores enemigos son la cochinilla y el pulgón. Para estos parásitos lo más adecuado es rociar con jabón natural disuelto en agua; aplicando cíclicamente tendremos nuestro laurel siempre sano y reluciente.

Finalmente, recordar que la madera del laurel, por su dureza, tiene propiedades similares a la caoba, por lo que a la larga es una buena inversión tenerlo en nuestro jardín.

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Abel Domínguez

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