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lrededor del litoral antártico existen regiones donde, curiosamente, amplias zonas libres de hielos o con hielos muy delgados, se repiten e incluso persisten durante los inviernos en que el mar se hiela en todo el perímetro.

Esta característica alcanza desde algunos cientos hasta decenas de miles de kilómetros cuadrados. Tienen su origen en la existencia de zonas costeras de "calor latente", por el abrigo que producen los promontorios costaneros, el socaire de los grandes icebergs anclados en sus inmediaciones, así como las barreras de hielo y extensas lenguas de glaciares flotantes. Estos muros protectores localizados amortiguan, e incluso inhiben la tendencia natural del agua marina a helarse durante los crudos inviernos del Antártico, creando estos "oasis" en medio de los "desiertos" helados.

Existe otro fenómeno muy parecido al descrito pero extraño, por darse en raras ocasiones, en que zonas muy alejadas de la costa quedan exentas de cualquier vestigio de hielos. Tiene su explicación en las capas más bajas del fondo oceánico, donde existen corrientes marinas que en ciertas ocasiones trascienden y previenen la formación del hielo. Un caso registrado de este tipo se dio en el Mar de Weddell entre 1974 y 1976, cuando un área superior a los 200.000 km2 permaneció libre de hielos a pesar de que en la superficie oceánica existían todas las condiciones para que las placas heladas se formasen.

La ausencia de hielo en el mar abierto del perímetro antártico durante el invierno no suele ser común, sin embargo, en las zonas costeras donde este fenómeno ocurre asiduamente estos "oasis" tienen una gran actividad biológica. Pájaros, focas y pingüinos aprovechan este microclima para acceder al océano. Para las ballenas son verdaderas claraboyas por donde pueden respirar. En sus inmediaciones suelen encontrarse inmensas colonias de pingüinos Emperador, que se mantienen año tras año.

Una característica de los oasis antárticos es la existencia de grandes colonias de pingüinos Emperador (Aptenodytes forsteri)

Los cambios en la dirección del viento pueden cerrar y abrir en horas estos "oasis", formando importantes arterias que no sólo permiten la navegación por ellas, sino también la movilidad de los mamíferos marinos y la migración y diversificación de Pájaros, permitiendo que significativas poblaciones puedan sobrevivir en las profundidades del invierno.

Estos microclimas pueden ser detectados a cierta distancia, porque las nubes en sus inmediaciones aparecen más oscuras. Este efecto se le conoce como "cielo de agua", y en el siglo XIX era aprovechado para determinar los lugares por donde se podía navegar entre el hielo. En la actualidad, los satélites con órbitas polares proveen importante información a la navegación sobre la ubicación de estas peculiares zonas.

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